martes, 11 de enero de 2022

Salir de la propia especie/ La bestia ser, de Susana Villalba.

Por Roxana Molinelli









 (Reseña para la Revista Op. Cit. Poesía https://www.opcitpoesia.com/salir-de-la-propia-especie-la-bestia-ser-de-susana-villalba/)

Septiembre 27, 2020, Reseñas, Hilos Editora, poesía argentina.

La bestia ser
Susana Villalba
Buenos Aires
Hilos Editora
2018

Por Roxana Molinelli

¿Qué dirían hoy un árbol, un perro, una piedra, si hablaran? ¿Qué escucharíamos si nos dispusiésemos a escuchar?

Último ganador del Premio Nacional en Poesía otorgado por la Secretaría de Cultura de la Nación, La bestia ser construye una escritura que, podemos decir, no predomina en la escena poética argentina contemporánea. Lejos de un yo humano, sin apoyarse en anécdotas cotidianas o en una prosa autobiográfica, se crea este último poemario de la vasta obra de Villalba desde una tríada de voces: vegetal, animal y mineral. Seres que se anuncian, dialogan, que nos hablan desde un espacio profundamente material y singular, pero trascendental y colectivo, al mismo tiempo.

Tal vez, en este momento de un planeta en cuarentena, cuando un virus, una manifestación de la dimensión más orgánica de la vida,  aparece como lo que nos excede y no controlamos, donde algo nos obliga a descentrarnos de la alienación de la propia especie, esta obra pueda tomarse como metáfora reparadora. Pero no porque vayamos a encontrar el remedio o la respuesta definitiva. Sino por la gracia de su búsqueda, por el modo en que las voces parecen desarmar, sin pretenderlo, en un gesto espontáneo, en una observación horizontal,  la trama intrincada del dolor humano, de nuestro histórico delirio colonialista y exaccionario. 

un árbol que se levanta
es armonía hecha mundo

un animal que se levanta
y ya no puede bajar
es un hombre

emplea su tiempo
en mensurar distancias
a las que no le alcanza el tiempo
para llegar

(…)

el animal humano
se parece a nosotros
sólo en su domesticación
rabiosa

(…)

un montón de árboles
es un bosque
un montón de hombres
es una guerra

( “El perro” )

Ir hacia dentro también es deshacerse
Como una oda al tacto, a la escucha, emergen las reflexiones de estos ‘seres’,  o más bien apariciones de otros ‘reinos’. Sus voces son creaciones de un decir recién emergido que se despliega como palabra sensible, como la posibilidad de una verdad que no busca ser fórmula, ni régimen, tampoco revelación. Con una honestidad conmovedora se presentan, indagan, exploran fisuras, broncas, certezas, amores.

La bestia ser nos convoca. Entrar en su hábitat es desde ya extrañarse, percibir la rareza de otros ritmos, como cuando de repente conectamos con una sensación, el vaivén de nuestros pulmones… La inercia de lo que nos sostiene es también un mundo y, a veces, ajeno de tan natural, de tan propio. Quizás ocurre esto porque partimos desde la vorágine consumista, esa recta ascendente agitada, alienada, hiperproductiva. O porque estamos en el zigzagueo, atrapado, espasmódico, de búsqueda de recursos ante la escasez. Y la bestia nos lleva hacia otro movimiento, de introspección genuina, de espera. Ir hacia adentro también es deshacerse. Y ese tránsito inusual nos obliga a prestar atención, agudizar lo más sutil de nuestros sentidos, a contemplar hacia afuera, lo que difiere y nos atraviesa en lo más íntimo, a la vez.

De esta manera, el libro va trazándose en versos de tres o cuatro palabras, estrofas de dos líneas, poemas que se extienden como un espiral de diferentes momentos: cuando abre líneas solas infinitas o hace espacio a vacíos arbóreos, cuando enreda y tensiona los pesos de una piedra o libera, como en una suelta de nudos, los saltos alegres de un perro.

La morfología de los textos se sintoniza con lo que acontece, como es en la mejor poesía. Combinaciones múltiples entre conceptos, imágenes y sonidos, que arman constelaciones, como explica Padeletti. Una respiración que habla.

al fin la noche
me alivia
de la responsabilidad
de la forma

(“La piedra”)

Como la templanza de un tacto a ciegas
El último poemario de Susana Villalba puede pensarse también como una pedagogía para el descentramiento; el intento de adentrarse en la institución que denominamos como ‘otro’. Pero tal vez, en este caso, no pueda decirse que haya una máscara, que el método consista en un enmascaramiento del yo poético, como si éste fuera una verdad oculta detrás… Tampoco en la prueba de ‘consustanciarse’ con el otro,  encarnar sus fibras, en una suerte de sobreidentificación imposible. Sino, más bien, podemos pensar en un desustanciarse, habitar una vida, una historia, que parece no ser la nuestra pero en algún punto lo es. Pensar en la escritura de lo poético como un desvanecimiento del “yo”, extrañamiento, perplejidad, al decir de Carlos Skliar. Escribir como escuchar o como mirar por primera vez, como propone Pessoa. O,  yendo más atrás aún, el trazo escritural en este libro se parezca más a la delicadeza, la templanza, de un tacto a ciegas…

En tal sentido, la obra realza la expansión física de la presencia. La voz que está entre las voces, ese anudamiento que se suele llamar yo lírico, se entreverá como corporalidades conscientes de su constante desplazamiento e intervención del ‘Hombre’ sobre ellas. Árbol, perro y piedra se van figurando, son cortados, atados, arrojados, enuncian un sí mismo que se sabe plural, hilado a la trama infinita de un pluriverso, a recíprocas acciones. Afirmación rizomática, conciencia situada, frente a la unilateralidad masiva y descarnada de lo humano.

recomienzo desnudo
de mí
(…)
brotaron hombres
como yuyos alrededor

los vi colgarse
entre sí

enterrarse
y todos se llamaban
yo

(…)

una sierra eléctrica
el hombre
un desbande de pájaros

lo distingo
por su salvaje
desmesura

viene a mí
como un loco de sed
al espejismo

el perro ladra
salta
para protegerme

pero no alcanza

tampoco dios

mis muñones supuran
resina

(“El árbol”)

Ser
Acaso en este enrame el Ser sea emoción, un enlace de afectividades que se hacen oralidad, que devienen voz plasmada en una caligrafía vitalista. Y es un vitalismo desde el conflicto, no hay ilusión que induzca a un fin determinado, que idealice o desidealice infiernos, paraísos…  Sino una invitación al vacío que provoca una apertura, una aparición, en la temporalidad del presente, de la presencia, de estas existencias de diversos mundos que se van encontrando. Que se forman en la afluencia de sus fragilidades, tensiones e interdependencias. Parafraseando el epígrafe de Edgar Bayley elegido por la autora, sólo un “yo desventurado tan solo tan pequeño tan hambriento” es capaz de esa mirada circunferencial, de esa apertura.

qué duda cabe
en una piedra

soy el sueño de ser
presencia pura

donde la música
es materia
(…)

a las piedras nos dejan
con los muertos
para enseñarles el arte
de la transformación y la paciencia
(…)
la identidad no es propia
de existir

es un momento
del silicio

una reacción
del óxido a la luz
de la perseverancia

transmutar
sin perderse
es el arte

( “La piedra”)

Bestia
Entonces el Ser en este libro puede comprenderse como irresolución, tensión, polifonía poliforma, un lugar de lo no domesticado sin el cual es imposible pensar lo humano. Y ¿qué es lo humano entre estos monólogos, diálogos y reflexiones?

Siempre con nosotros la bestia, parece un eco rezar atravesando todo el poemario. La bestia como la posibilidad de una palabra, que da nombre a ese constante advenir que nos conecta con eso que llamamos naturaleza. Una metáfora postespecista, una salida del antropoceno, pluriversalidad, se vuelve a afirmar, tratando de movilizar el ensimismamiento, la lógica de “el otro del Uno”, al modo que lo define Segato, del Hombre como centro, con mayúscula.

Y entre esos decires de la piedra, el árbol y el perro, justamente lo humano asoma como lo que otres ven. Y emerge en una faz brutal, ignorante o enajenada.  Sin embargo, en esa ceguera torpe, por oposición, sin proponérselo, da voz a quienes no la tienen; en el intento constante de un encuentro sensible con lo otro. Lo que fue construido como un afuera, lo que vemos como otras especies a conquistar, la transitividad animal-vegetal-mineral negada y denegada de la cual formamos parte, intenta comprendernos, nos habla.

dentro de la semilla
mucho tiempo
me pregunté:
¿vale la pena
esta violencia:
el mundo?

pero ya estaba
en su lógica
de podredumbre o expansión

aquí estoy

(…)

echo flores
como quien remonta
un barrilete
para verlo bailar

(“El árbol”)

Para quienes no lo hayan hecho todavía, va una invitación sentida a recorrer La bestia ser de Susana Villalba. Por la constelación imaginaria, sonora y semántica que delinea, por la experiencia estética singular a la que convida, que vibra dislocamientos como saberes, como epifanías emergidas de las humildes contemplaciones de otredades.  Y en particular, en estos momentos del mundo de peste y cuarentena… Quizás sea entre conciencias poéticas de este tipo, en donde más genuinamente encontremos algunas claves para comenzar a desandar la repetición de la violencia, de la desmesura, sobre todas las especies vivas y no vivas, las bestias seres, que habitamos la Tierra. Y que en los aportes de las artes literarias siga estando, entre tantas utopías y distopías, trazar escuchas como pequeñas cartografías de esperanza…


La piedra

sostener en silencio
como amar
es un arte
¿existiría el mar
si no lo contuviera?
me derrota
algo intangible
como el agua
su transparencia
¿si no me enfrentara
existiría el mar?
soñar sin perderse
es un arte
a veces una roca
se estremece contra la orilla
perdida
hasta lo irreductible
se amalgama
amar es eso
y te sorprende
un filón de topacio
en el porfirio
entonces qué creías
que es el oro
sino la cicatriz
es infinita
la ruptura
los bordes
son difusos
todo es fragmento
polvo del sentido
de las piedras
si mi amor es eterno
también la soledad
incorruptible
gravitando en el espacio
de la separación
sostenida de mí
no estoy quieta
todo me atrae por igual
el cielo es una pampa
el imán de la estrella
es su distancia
soy intrínseca
el arte de estar
quieta
es dar el corazón
al movimiento
silba el viento
un eco
de lo que ya anunciaba
mi desprendimiento
¿cantaría el agua
si no me atravesara?
agazapada en mí
espero
otro momento de la tierra:
una temperatura del amor
que funda hasta las piedras